"Votar Sí es votar por la ampliación del totalitarismo"

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Nuevas ideologías conectadas al colectivismo como el indigenismo, el feminismo, el racismo al estilo Black Lives Matter, etc, necesitan de un Estado grande. Sin estatismo, no podrían implementarse los viejos o los nuevos totalitarismos.

Por Marcos Sablón Rodríguez

El 25 de septiembre la dictadura llevará a referendo el Código de "las Familias", y como era de esperar los socialistas (los oficialistas y los funcionales al oficialismo) se han unido en un frente común para apoyar esa política.

La periodista Camila Acosta posteó desde su perfil de Facebook su intención de no votar "ni por el #CódigoDeLasFamilias ni por nada que venga de la dictadura en #Cuba".

Abu Duyanah, poeta y periodista, recordó que el Código de las Familias se aprueba con el 51 % de los votos a favor, no importa cuántos voten. "¿No quieres votar? Es respetable, porque es tu decisión, pero lo mejor es votar No", subrayó sobre el Código que elimina el concepto de Patria potestad, algo avizorado por los padres que sacaron de Cuba a sus hijos hacia USA en los años 1960.

Además del #YoNoVoto y el #YoVotoNo, queda el voto por el Sí, que beneficia en primera instancia a la tiranía, pues le daría legitimidad como una suerte de proveedora de "derechos Lgbt" (muy aplaudidos diplomática y mediáticamente hoy), y que no representa un rasguño en su sometimiento a 11 millones de cubanos.

El activismo Lgbt y feminista, casi en pleno, apoya el Código de las Familias que tuerce el concepto de matrimonio incluyendo la idea de que personas del mismo sexo pueden conformar uno, también el régimen aprueba los llamados vientres de alquiler, que cosifican a la mujer de forma inimaginable.

Así, le piden al Estado que haga ingeniería social en asuntos que no le competen, que son anteriores a él, como la familia o el matrimonio. Nada nuevo.

Nuevas ideologías conectadas al colectivismo como el indigenismo, el feminismo, el racismo al estilo Black Lives Matter, etc, necesitan de un Estado grande. Sin estatismo, no podrían implementarse los viejos o los nuevos totalitarismos.

Pongamos un ejemplo. Miguel Díaz-Canel y Maykel González Vivero han dicho que con este nuevo Código Cuba será más justa. El primero es el dictador designado, el segundo dirige una web presuntamente independiente sobre temas Lgbt; el primero trafica con dinero de la economía centralizada, el segundo con fondos de la cooperación europea. A pesar de parecer tan distintos, arriban a conclusiones similares porque comparten ideología: el Socialismo.

Vivero necesita a Díaz-Canel para que el Estado coaccione a la ciudadanía mediante leyes, para obligarla a decir lo que quiere escuchar o adoctrinar a las nuevas generaciones a contrapelo de lo que estimen mejor los padres. Díaz-Canel, por su parte, se beneficia de la propaganda gratuita que le provee Vivero con euros para la democracia mediante su web, los activistas de su entorno, y la división que produce dentro de la mermada sociedad civil independiente cubana.

Ambos, desde sus conciencias, aplauden e invierten tiempo y recursos para promover leyes similares. Leyes que promueven la autoridad del Estado en diversos aspectos de la sociedad. Desde 2018 es la Familia.

Es evidente que a los socialistas no les interesa la Libertad, sino el Socialismo. La primera es un obstáculo para alcanzar el poder, el segundo es el terreno perfecto para mantenerlo.

Ante el post de Camila Acosta citado al inicio de este artículo, Vivero respondió: "Tampoco te cases ni tengas hijos ni vayas al hospital. Todo lo que para ti es normal, cientos de miles de personas lo conseguirán por primera vez con esa ley que no apruebas. Hasta ahora la dictadura a ti te ha reconocido derechos que tienes naturalizados. Muchos no tenemos ese privilegio".

El problema con este razonamiento es su profunda concepción estatista. Es decir, cree que las libertades provienen del Estado, sin embargo las libertades son naturales, anteriores al Estado. Por ejemplo, unirme sentimentalmente a quien quiera, procrear o entregar mi cuerpo voluntariamente para procedimientos de salud. Vivero no puede casarse o tener hijos por la naturaleza del vínculo sentimental que ha elegido mantener, que es contrario tanto a la institución matrimonial como a la biología.

La idea desde el colectivismo ha sido, a lo largo de la historia, que del Estado emanan los derechos cuando, en realidad, el Estado es un mero notario de las libertades que le antecedieron. La vida, la propiedad y la libertad son derechos genesíacos que el fascismo, el nacional socialismo o el socialismo intentaron controlar sin éxito. Toda ideología colectivista tiene un error de base: desconoce la naturaleza humana por intelectualizarla al extremo. Sus apologetas, al racionalizar la humanidad acaban despojados de ella.

Volvamos a la parte final del comentario de Vivero, donde escribía una línea que quizá pensaba lapidaria, pero que opera únicamente en contra de sus argumentos: "Muchos no tenemos ese privilegio".

El matrimonio, desde su raíz etimológica, se refiere a la matriz, a la capacidad de dar a luz como una característica definitoria. El hecho de que, en potencia, la unión de un hombre y una mujer genere una nueva vida, llevó a que la sociedad protegiera esa unión. Incluso, que una pareja decida no procrear, fortalece la distinción del matrimonio: se les concede el acceso a la institución porque, potencialmente, pueden hacerlo. De otro lado, la existencia de parejas imposibilitadas de tener descendencia (por cuestiones de salud, por ejemplo) fortalece el concepto de matrimonio, en tanto son excepciones que confirman la regla.

El matrimonio, vale recordarlo, tiene como centro la protección de la nueva vida que genera, no los "derechos" de los adultos involucrados. Si la ley protege el patrimonio en común es para que el menor crezca en la mejor situación económica posible que sus padres hayan podido legarle, que garantice el acceso a bienes y servicios necesarios; si la ley propone agravantes ante agresiones intrafamiliares es para disuadir la ocurrencia de actos violentos en el hogar, etc.

Solo el nihilismo propio de la posmodernidad lleva a individuos a creer que sus deseos son todo lo que importa, como expresa el filósofo Carl R. Trueman. Así, no hay reprobación para destruir instituciones milenarias con tal de satisfacer los deseos personales de los individuos. Pero el matrimonio no se trata de eso, sino de poner el foco en el otro, en potencia, el que está por nacer.

El verdadero privilegio para Vivero, entonces, estaría en que un homosexual acceda a una institución que, por la naturaleza del vínculo, no puede corresponder. Crear una ley para que un homosexual se "case", es similar a entregarle una licencia de conducción a un débil visual.

Sin embargo, sí existe una desprotección legal que vulnera el derecho natural de los individuos homosexuales: el de la propiedad. Si una de dos personas que conviven por años juntas muere, la otra no tendría acceso a la transferencia de los bienes que construyeron o cuidaron juntos. Aquí hay una injusticia, sobre la que liberales y conservadores cubanos han puesto el foco. Hay consenso entorno a la necesidad de subsanar esta vulneración a través de las llamadas uniones civiles. Sobre esto, voces como las del productor evangélico Sandy Cancino y el histórico opositor al totalitarismo Roberto Gómez Manzano, han mostrado su completa adhesión.

Pero para los radicales socialistas no es suficiente. No buscan resolver problemas concretos, sino una revolución cultural a la sombra del castrismo.

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